23.2.10

Una destilería abandonada

¿Más formas de encontrar abandonos? El boca a boca. O correo a correo. Un blog es una herramienta de comunicación estupenda. No sólo me sirve para contaros mis historias y haceros llegar las imágenes que toma mi cámara, sino que también sirve para conoceros un poco por medio de vuestros comentarios y correos.

Unas cosas llevan a otras. Conoces a gente por medio del blog. La gente conoce a otra gente. Luego la otra gente te conoce a ti… Al final, como decían Les Luthiers, lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe. También sirve que conozcas a quien han invitado a ver un sitio que conoce un tercero, como es este caso.
Todas estas vueltas para agradecerle a Mr. Alberto que nos enseñase el sitio, y que para colmo me prestase su cámara para hacer las fotos que veis. También otro agradecimiento a Amaia, por ser una estupenda relaciones públicas, entre otras muchas cualidades.

Acabados los prolegómenos, vamos al grano. La idea era echar un vistazo a una vieja destilería o bodega que había encontrado Alberto visitando a clientes. Según la descripción estaba muy abandonada y razonablemente libre de excesivos destrozos y pintadas.

Desde fuera ya pintaba bastante bien, aunque tenía aspecto de que no iba a ser fácil entrar en ella. Al final las apariencias no engañaron y costó un ratito meter las narices en el lugar.

Entramos por un lateral que daba a unas cuantas habitaciones pequeñas. La mayoría de ellas con los techos derrumbados. Apenas había maquinaria allí, salvo por algunos tornos y algún depósito.



Asomándonos entre los escombros también apareció el sempiterno baño. Esta vez apenas era más que un cubículo con un lavabo y un water. Probablemente sería el que utilizaban los operarios.



Posteriormente nos metimos por una serie de bodegas. Eran una serie de cámaras interconectadas entre ellas, con techos abovedados de ladrillo. Algunas de ellas mostraban una orificio circular en mitad de la cúpula. Por desgracia la luz allí era prácticamente inexistente, y para colmo había olvidado llevar la linterna. Así que con la escasa luz de los LED del móvil no hubo manera de hacer una tiste foto allí.

La siguiente habitación eran una serie de bañeras en el suelo, probablemente tanques de decantación o algo parecido. Costaba un poco moverse entre ellos y había que tener cuidado donde se ponía el pié, ya que había unos cuantos agujeros en el suelo sin tapar, además de cantidades ingentes de estiércol de paloma.



Al fondo, varias cintas transportadoras y las escaleras metálicas al nivel superior. A pesar de la porquería y el óxido las escaleras tenían pinta de resistir bien el paso del tiempo. Tal vez la porquería de paloma sirva de antioxidante.



Arriba encontramos una habitación casi vacía. Curioseando con las tapas del suelo llegamos a la conclusión de que justo debajo estaban las cámaras abovedadas que habíamos visto en primer lugar.



Al fondo se encontraban las oficinas y el laboratorio.

Del segundo apenas quedaban un par de poyetes de cerámica blanca y algunos soportes portamatraces y los tubos de goma para el gas de los mecheros Bunsen.



La oficina era bastante más grande. Para empezar encontramos un mostrador donde se atendía a los clientes, con puerta hacia el exterior y varias mesas con sillas detrás. Todo el suelo estaba alfombrado de papeles viejos. Se ve que alguien se había dedicado a sacarlos de los archivos y esturrearlos por el suelo.




En las mesas encontramos algunos libros viejos, como este de legislación.



En una pared había una vieja foto que me llamó la atención. Parecía de la propia fábrica, aunque no me sonaba a ningún sitio que hubiera visto ya.



Las habitaciones colindantes también eran oficinas, aunque en este caso despachos, probablemente de gerentes y administradores que no necesitaban estar de cara al público.



Saliendo por la puerta se podía observar el acceso a las oficina y el aparcamiento, aunque a duras penas, ya que la vegetación se había hecho dueña de la mayor parte del patio, incluso en algunas zonas de asfalto.



En el exterior llamaba la atención la vieja báscula para camiones. Una enorme plataforma que conectaba mediante mecanismos con los indicadores propiamente dichos de la báscula, hoy llenas de telarañas y con bastante óxido tiñendo su color azul original.



Poco más lejos una serie de tolvas y cintas transportadoras servían para alimentar a la fábrica de las materias primas necesarias para su funcionamiento. Era algo así como la boca de la fábrica y la cuchara para darle de comer.



En otro edificio encontramos un buen número de tinas de barro, junto a alguna maquinaria curiosa.



La más llamativa era esta especie de árbol de botellas, apenas visible entre la porquería del suelo. Tal vez sirviera para secar botellas, o tal vez no tuviera nada que ver con eso y alguien puso las botellas ahí por diversión. De cualquier manera era curioso.



Se podía acceder por unas escaleras a la parte superior, desde la habitación contigua. Las escaleras metálicas no daban demasiada confianza al principio, pero se mostraron resistentes y apenas se movían.



Al poco tiempo comprobamos que precisamente era esta la estancia que habíamos visto fotografiada en la oficina.



En otra habitación aledaña había otros depósitos, aunque esta vez metálicos y de mayor tamaño.


En la habitación de las escaleras estaba esta pizarra donde se debían anotar distintos valores de los compuestos químicos del contenido de los depósitos.



En el mismo edificio, pero separado totalmente de los depósitos, encontramos lo que debía ser un horno de tamaño industrial, con una planta sobre el nivel del suelo y otra más bajo tierra. Esto debía ser algún tipo de mirilla ya que se encontraba en la parte superior.



También encontramos algunas botellas sin usar. Daba la impresión de que estaban allí almacenadas temporalmente, y usarse en otro lado distinto a la fábrica, ya que estaban limpias y en buen estado general, en contraste con el resto de cosas que había por allí. O tal vez el embalaje las había conservado en buen estado.



Algunas cosas se me quedan en el tintero… Había bastantes habitaciones más, aunque en su mayoría eran almacenes vacíos sin mucho interés. También varias zonas donde el techo se había venido abajo, con aspecto de ser las más antiguas de la fábrica, con vigas de madera en vez de cemento y acero, por las que no daba demasiada tranquilidad pasearse.

En general la visita fue muy fructífera, fotográficamente hablando y la verdad es que disfruté tanto husmeando como fotografiando con la cámara prestada, a pesar de que me pasara la mitad del tiempo decidiendo si usar el trípode o si confiar en el estabilizador de la cámara.

Me ha costado bastante desechar algunas de las fotos para conseguir que no fueran más allá de la veintena, pero no ha habido manera. Espero que os gusten y que vuestras conexiones no se resientan demasiado.

Salu2!